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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1912 Taft al Congreso: La “Diplomacia del Dólar”

Diciembre 3 de 1912

Las relaciones internacionales de los Estados Unidos repercuten efectiva y potencialmente en el estado de la Unión a un grado que no ha sido comprendido del todo y que difícilmente podría ser superado por cualquier otro factor, en lo que al bienestar de la nación atañe. La posición de los Estados Unidos en lo que a las relaciones morales, intelectuales y materiales de la familia de las naciones se refiere, debería ser un asunto de vital interés para todo ciudadano patriota. La prosperidad y el poderío nacionales nos imponen deberes ineludibles si queremos ser fieles a nuestros ideales. El considerable crecimiento de las transacciones de exportación ha hecho que sean actualmente un factor verdadero en la prosperidad industrial y comercial del país. Con el desarrollo de nuestras industrias, el comercio exterior de los Estados Unidos deberá convertirse rápidamente en un factor cada vez más esencial para la prosperidad económica.

Si ejercemos una diplomacia prudente y sagaz y no nos precipitamos en guerras innecesarias y si nuestra política exterior se fundamenta en la comprensión inteligente de las presentes condiciones mundiales y en la consideración clara de las potencialidades del futuro, o se determina por conveniencias pasajeras y tímidas o por criterios estrechos dignos de una nación joven, todo ello constituye una serie de interrogantes que en forma alterna tendrán que considerar aquellos que deben convencer a los ciudadanos conscientes de que ningún ministerio de gobierno nacional ofrece tantas oportunidades para promover los intereses de la ciudadanía en el primer caso y, en el segundo, para causar tanto perjuicio nacional en lo que concierne a las relaciones internacionales de los Estados Unidos.

Los principios de la política internacional de los Estados Unidos deberían estar por encima de los conflictos partidistas y totalmente desconectados de las diferencias en política interna. En sus relaciones internacionales, los Estados Unidos deberían mostrar al mundo un frente unido. Los intereses intelectuales, financieros e industriales del país así como el publicista, el empleado, el agricultor y el ciudadano, cualquiera que sea su ocupación, deberían cooperar con un espíritu eminentemente patriótico, acrecentando la solidaridad nacional tan indispensable para el logro de la eficiencia y el alcance de los ideales nacionales.. .

En la presente administración la diplomacia ha tratado de ajustarse a las ideas modernas del intercambio comercial. Esta política se ha caracterizado por sustituir balas por dólares. Con ello se apela de igual manera a los sentimientos humanitarios idealistas, a los dictados de una política firme y estratégica y a los fines comerciales más legítimos. Este es un esfuerzo francamente directo para incrementar las transacciones norteamericanas basándose en el principio axiomático de que el gobierno de los Estados Unidos proporcionará todo el apoyo necesario a las empresas americanas en el extranjero siempre que las considere legítimas y provechosas.

Los resultados de esta diplomacia junto con las disposiciones máximas y mínimas de la Ley Arancelaria, se pondrán de manifiesto al aquilatar el sorprendente aumento en las transacciones de exportación de los Estados Unidos. Como la diplomacia moderna se basa en lo comercial, en algunos lugares no se le atribuyen otros objetivos que no sean los materiales. Este es un punto de vista sorprendentemente erróneo como lo demuestra el curso de los resultados por el cual se puede juzgar la diplomacia de los Estados Unidos.

En búsqueda de los ideales de paz, este gobierno negoció, aunque muy a mi pesar no se concluyeron, dos tratados de mediación que señalaban los puntos culminantes para llegar a sustituir las guerras por arbitrajes y razonamiento,  elevada aspiración que mueve a todas las naciones para solucionar las disputas internacionales. Mediante los esfuerzos de la diplomacia americana se han podido evitar o terminar varias guerras. Me refiero a la afortunada mediación tripartita de la República Argentina, Brasil y los Estados Unidos, entre Perú y Ecuador; a la consecución de un arbitraje pacífico en la disputa entre Panamá y Costa Rica sobre su línea fronteriza; al aplazamiento de los preparativos de guerra cuando Haití y la República Dominicana estaban al borde de las hostilidades; a la detención de la guerra en Nicaragua y al alto de la destructiva contienda en Honduras.

El gobierno de los Estados Unidos recibió el agradecimiento de la República Argentina y de Bolivia por su influencia en el restablecimiento de sus relaciones amistosas. La diplomacia de los Estados Unidos se mantiene activa al tratar de apaciguar las rencillas entre ese país y la República de Colombia. En la reciente guerra civil China, los Estados Unidos se unieron con éxito a las potencias que instaban al pronto cese de las hostilidades. Se ha llegado a un acuerdo entre los gobiernos de Chile y Perú, según el cual la célebre disputa Tacna-Arica, que ha perturbado tanto las relaciones internacionales en la costa occidental de Sudamérica, ha quedado solucionada. Simultáneamente se recibieron noticias de que la disputa entre Perú y Ecuador sobre su línea fronteriza había entrado a una etapa de arreglo amistoso.

La posición de los Estados Unidos en relación con la contienda de Tacna-Arica entre Chile y Perú ha sido de no intervención. Se ha limitado a una influencia amistosa y a una asesoría conciliatoria a lo largo del periodo durante el cual la disputa en cuestión estuvo sujeta a intercambio de puntos de vista entre este gobierno y los de los países involucrados. En la disminución general de las tensiones en la costa occidental de Sudamérica, la mediación tripartita, a la que he hecho referencia, ha sido el factor más poderoso y el más benéfico.

En China, la política de estímulo a la inversión financiera, que permitió a ese país salir adelante por sí mismo, ha dado como resultado la revitalización y la aplicación práctica de la política de puertas abiertas. El firme propósito de la presente administración ha sido alentar la inversión de capital americano en el desarrollo de China, promoviendo las reformas esenciales a las que se ha comprometido este país con los Estados Unidos y con otras potencias por medio de tratados. La hipoteca a favor de banqueros extranjeros relacionados con ciertas empresas industriales, como la de los ferrocarriles Hukuang, de los ingresos nacionales de los cuales dependían estas reformas, fue la causa de que el Departamento de Estado solicitara, al inicio de su gestión, la participación de ciudadanos americanos en dichas empresas, a fin de que los Estados Unidos pudieran tener igualdad de derechos y de voto en todas las cuestiones vinculadas con la disposición de los ingresos nacionales.

La misma política de promover acuerdos internacionales con las potencias que tuvieran tratados sobre derechos semejantes a los nuestros en materia de reformas y que no podían ponerse en práctica sin consentimiento común, fue adoptada igualmente en el caso del préstamo que deseaba China para la reforma de su sistema monetario. El principio de cooperación internacional en los asuntos de interés común en los cuales se basó nuestra política en todos los ejemplos mencionados, ha sido reconocido como un factor de la mayor importancia en los convenios con las potencias, y resultó visiblemente acertado durante los arriesgados periodos de transición por los que ha estado pasando la gran nación china.

Nuestro propósito en América Central ha sido ayudar a países como Nicaragua y Honduras para que se ayuden a sí mismos. Son ellos los beneficiarios inmediatos. El beneficio nacional de los Estados Unidos es doble. En primer lugar es obvio que la Doctrina Monroe es más vital en los alrededores del canal de Panamá y en la zona del Caribe que en cualquier otra parte. También el mantener allí la doctrina recae directamente en los Estados Unidos. Por tanto, es esencial que a los países inscritos en ese círculo de acción se les aleje del riesgo del compromiso de una pesada deuda externa y de caóticas finanzas nacionales así como del peligro, siempre presente, de complicaciones internacionales, consecuencia del desorden revolucionario.

Una segunda ventaja para los Estados Unidos es la influencia que ejerce en todos los puertos del Sur y del Golfo y en las empresas e industrias del Sur. Las repúblicas de Centro América y del Caribe poseen grandes riquezas naturales. Sólo necesitan cierto grado de estabilidad y medios de regeneración financiera para, adentrarse en una era de paz y tranquilidad que los beneficie y les proporcione felicidad, al mismo tiempo que creen las condiciones seguras que les conduzcan a un intercambio comercial floreciente con este país.

Deseo llamar en especial su atención sobre los recientes acontecimientos de Nicaragua porque pienso que los terribles sucesos que se registraron allí durante la revolución de! verano pasado, la inútil pérdida de vidas, la ruina de la propiedad, e! bombardeo de ciudades indefensas, las muertes y heridas de mujeres y niños, las torturas que padecieron los no combatientes al ser obligados a entregar contribuciones y e! sufrimiento de miles de seres humanos podrían haberse previsto si al Departamento de Estado, por medio de la aprobación del Senado al convenio de préstamo, se le hubiera permitido llevar a cabo la bien formulada política actual de estímulo para ampliar la asistencia económica a los estados débiles de Centroamérica, con el objeto principal de evitar dichas revoluciones al ayudar a esas repúblicas a rehabilitar sus finanzas, a fijar una moneda de valor estable, alejar sus oficinas aduanales del peligro que representan las revoluciones, proporcionando lo necesario para su administración segura y establecer bancos confiables.

 

 

Habiendo admitido el gobierno de Nicaragua, durante la última revolución en esa república, su incapacidad para proteger la vida de los norteamericanos y sus propiedades de los actos absolutamente ilegales de los inconformes y solicitado a este gobierno que asumiera esa responsabilidad, fue necesario desembarcar a 2 000 marines y bluejackets* en Nicaragua. Debido a su presencia, el gobierno de Nicaragua tuvo la libertad de dedicar total atención a sus problemas internos, acabando así con la rebelión en un corto plazo. Cuando se terminaron las provisiones que la Cruz Roja envió a Granada, se proporcionó alimentos a 8 000 personas el mismo día del arribo de las fuerzas norteamericanas; nuestros hombres, de sus propias mochilas, dieron alimentos a infortunados y necesitados nicaragüenses.

Deseo felicitar a los oficiales y a los hombres de la Armada de Estados Unidos ya los cuerpos de la Marina que tomaron parte en el restablecimiento del orden en Nicaragua, por su espléndida conducta, y recordar, con gran dolor, la pérdida de siete marines y bluejackets norteamericanos. Desde el restablecimiento de la paz y del orden se han llevado a cabo elecciones en condiciones de gran seguridad y tranquilidad. Casi todos los marines norteamericanos han sido ya retirados. El país estará pronto en el camino de la normalidad. El único peligro aparente que amenaza a Nicaragua es la escasez de fondos. Aunque los banqueros norteamericanos ya han ofrecido su ayuda, es natural que estén renuentes a adelantar un préstamo adecuado que levante de nuevo al país hasta no contar con el apoyo de un convenio como el de junio de 1911, sobre el cual el Senado aún no ha decidido...

No es posible elaborar para el Congreso un informe de las relaciones externas actuales de los Estados Unidos tan detalladamente como para que proporcionen una impresión adecuada del gran crecimiento en la importancia y las actividades de dichas relaciones.

Si realmente este gobierno desea mantener la oportunidad de que el pueblo participe libremente en los mercados extranjeros, lo que muy pronto será indispensable para nuestra prosperidad, deberán hacerse aún más esfuerzos. De otra forma, el comerciante, el fabricante y el exportador norteamericanos encontrarán que más de un campo, en el cual el comercio norteamericano debería lógicamente predominar, ha sido adquirido en forma exclusiva gracias a los esfuerzos más enérgicos de otros gobiernos y otras naciones comerciales.

Existen muchas formas de que, por medio de una verdadera cooperación, las ramas del Ejecutivo y del Legislativo de este gobierno trabajen. Es absolutamente esencial el espíritu de esfuerzo unido y de singularidad de propósito. Mencionaré sólo algunos ejemplos verdaderamente específicos de hechos que deben arrojar resultados.

A no ser que dispongamos de una marina mercante, los Estados Unidos no podrán tener un lugar propio en los campos más importantes de las actividades comercial y empresarial. Las empresas y el comercio norteamericanos no podrán ser promovidos eficazmente en esos campos si no disponemos de buenos bancos americanos en los países a los que nos hemos referido. Necesitamos periódicos americanos en esos países y medios adecuados para informar públicamente sobre ello.

Necesitamos contar con un servicio exterior permanente y bien entrenado. Necesitamos una legislación que permita a los miembros del servicio exterior tener un contacto sistemático y directo con los intereses de los industriales, fabricantes y exportadores de este país para que los hombres de negocios americanos puedan participar en el mercado extranjero con una clara conciencia de las condiciones precisas del caso y para que los mismos funcionarios puedan llevar a cabo su trabajo contando con una idea definida de lo que requieren los intereses industriales y manufactureros americanos.

El Congreso debería darse cuenta cabal de las condiciones que privan en el mundo y de que nosotros nos encontramos, como nación, en el umbral de nuestra madurez. Hemos emergido ya adultos, como iguales en el gran concurso de naciones. Hemos pasado por varios periodos formativos. Hemos sido egoístas en la lucha para desarrollar nuestros recursos internos y abordar nuestras cuestiones nacionales. Nuestra nación ya es lo suficientemente madura como para seguir aplicando en sus relaciones exteriores esos recursos temporales, propios de un pueblo cuya única preocupación son los asuntos internos.

En el pasado, en tiempos normales, nuestra diplomacia consistió, a menudo, en una mera afirmación del derecho a existir internacionalmente. Nos encontramos ahora en una relación más amplia, plena de derechos propios y obligaciones para con otros, así como para con nosotros mismos. Un buen número de principios fundamentales fueron establecidos en los inicios de la historia de este gobierno. La tarea reciente de nuestra diplomacia ha sido ajustar esos principios a las condiciones actuales, desarrollar sus corolarios, encontrar aplicaciones prácticas a los antiguos principios ampliados para enfrentar situaciones nuevas. De esta suerte, se están transformando las bases sobre las que descansará la superestructura de las políticas que deberán crecer junto con el progreso destinado a esta nación.

El manejo satisfactorio de nuestras relaciones exteriores exige una visión más amplia y más moderna. No podemos enfrentar nuevos problemas ni construir el futuro si nos limitamos a dogmas del pasado, ya en desuso, y a perspectivas propias para salir de una época y condiciones coloniales. La apertura del canal de Panamá marcará una nueva era en nuestra vida internacional y creará condiciones nuevas y mundiales de enormes correlaciones y consecuencias que prevalecerán durante cientos de años. No debemos esperar a que los acontecimientos nos tomen por sorpresa. Debemos abordar los problemas de nuestras relaciones exteriores con continuidad de propósitos, por medio de una diplomacia moderna, hábil y magnánima que exprese adecuadamente los elevados ideales de nuestra gran nación.

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Durante dos años la Revolución y la contrarrevolución han perturbado a la vecina República mexicana. El bandolerismo ha significado un gran pillaje en perjuicio de los intereses extranjeros. Constantemente se han presentado asuntos en extremo delicados. En varias ocasiones han surgido situaciones muy difíciles en nuestra frontera. Durante este periodo de prueba, la política de los Estados Unidos ha sido de paciente no intervención, rápido reconocimiento de la autoridad constituida en la nación vecina y de un extremado cuidado de los intereses estadounidenses. Yo espero sinceramente que la nación mexicana pueda muy pronto reanudar el camino del orden, la prosperidad y el progreso. En estas dolorosas circunstancias, los Estados Unidos han demostrado en alto grado una cordial amistad a esa nación. Cuando la Revolución comenzó, había en México entre 30 000 y 40 000 ciudadanos estadounidenses dedicados a empresas que contribuían en gran medida a la prosperidad de esa república y que también beneficiaban al comercio importante entre los dos países. Las inversiones de capital estadounidense en México han sido calculadas en 1 000 millones de dólares. La responsabilidad de tratar de salvaguardar esos intereses y los peligros inseparables de la proximidad de una situación tan turbulenta han sido grandes, pero me complace haber podido seguir pronto por el completo éxito del pueblo mexicano al recobrar las bondades de la paz y del buen orden. Con el propósito de desempeñar más cabalmente la labor necesaria para el confinamiento de las aguas del Río Colorado bajo en su cauce actual y proteger así el Valle Imperial, y para llegar a un entendimiento con el gobierno de México sobre la distribución de las aguas del Río Colorado, cuestión en la que ambos gobiernos tienen gran interés, las negociaciones prosiguen con miras a establecer una comisión preliminar del Río Colorado, la cual estará debidamente facultada para realizar el trabajo necesario y tendrá autoridad para estudiar los relativo a la distribución equitativa de las aguas. Todo hace pensar que se llegará a un acuerdo sobre este punto, y que se firmará un tratado en un futuro cercano.

Por interés de la ciudad de El Paso, este gobierno no ha cejado en sus esfuerzos para llegar a un pronto arreglo en la vieja controversia acerca de los derechos de México sobre el Chamizal. Es mucho lo que se ha logrado, y aunque la solución a este problema no será inmediata la actitud favorable que últimamente ha mostrado el gobierno mexicano nos hace esperar que este difícil asunto será zanjado de manera satisfactoria y definitiva en una fecha no lejana.